Pena de muerte
Hace ya tiempo el Sr. Bush firmó la ejecución mediante inyección letal de un asesino de tres mujeres. Las mató a hachazos. Llevaba en el Corredor de la Muerte unos 15 años esperando condena. Los médicos lo declararon loco: Esquizofrenia paranoide pero a pesar de ello recibió su merecida dosis letal.
El hombre asesino estaba cansado de esperar y no soportaba la duda constante: me matan, no me matan. Así que se lo dijo a los otros presos: ya no aguanto más; se atiborró de antidepresivos (¿porqué los tomaría el preso asesino?) y tuvieron que llevarlo velozmente al Hospital. Allí los médicos le salvaron la vida. El Sr. Bush firmó su ejecución, los médicos protestaron pero los justicieros arrancaron los sueros, la cánula endotraqueal y se lo llevaron rápidamente en avión donde otros médicos contratados para el caso tuvieron que mantener al reo con vida para poder matarlo bien despierto media hora después. Así se hizo, la ley es la ley, el castigo merecido se cumple y la muerte era su castigo,¡infeliz hombre asesino que quiso tomarle la delantera al Juez, al Sr. Gobernador, al pueblo americano y al Destino! Era negro.
Mientras esto sucedía, 20 millones de pobres desgraciados, parados, retrasados, negros, chicanos, indios, blancos, amarillos, jóvenes, de media edad, viejos y niños, marginados todos, 20 millones de míseros humanos que malvivían en calles, tugurios, barracas, puentes y chabolas, odiados y despreciados por otros americanos del “American way”, sintieron que algo estallaba en el interior de sus piojosas cabezas y un odio inmenso invadió sus arterias, venas y nervios e hizo que sus manos se crispasen y buscasen un objeto que aferrar, algo que esgrimir, algo que no fuese la razón que nunca le dieron, algo que prolongase el furor, algo que hiciese fuertes sus raquíticos brazos y así todos, presos de una devota determinación simultánea, comenzaron a caminar hacia los otros ajenos ciudadanos portando en sus manos crispadas, una tabla, un bate de béisbol, una llave inglesa, un hacha, un rifle, un revolver, un cuchillo de desollar, un mazo, una espada, un puñal, una piedra, un ladrillo, un tridente, una lanza, un arcabuz, una honda, un martillo, una sierra, un destornillador, un cable de acero, un arco, una granada, un cóctel molotov, una bomba, una azada, una ballesta, un puño americano, un kanda, una catana, una rama de árbol, un pico, una pala...cualquier cosa que les diese la fuerza de la sinrazón.
En todo el país y a las mismas horas, en todos los rincones donde había un desheredado se produjeron terroríficos actos de violencia. Cada uno de estos hombres llenos de locura mató todo lo que encontró a su alrededor, hasta que las fuerzas del orden y los demás ciudadanos acabaron con ellos o se cansaron de matar. Se calcula que cada desgraciado mató a unas 10 personas de media con lo cual el número de americanos que murieron en el gigantesco motín fue de unos 200 millones. Los que restan tardarán en recuperarse del efecto devastador de semejante catástrofe, pero parece que como todo pueblo fuerte, se están iniciando procedimientos para depurar responsabilidades y ya se han dictado las primeras condenas a muerte
El hombre asesino estaba cansado de esperar y no soportaba la duda constante: me matan, no me matan. Así que se lo dijo a los otros presos: ya no aguanto más; se atiborró de antidepresivos (¿porqué los tomaría el preso asesino?) y tuvieron que llevarlo velozmente al Hospital. Allí los médicos le salvaron la vida. El Sr. Bush firmó su ejecución, los médicos protestaron pero los justicieros arrancaron los sueros, la cánula endotraqueal y se lo llevaron rápidamente en avión donde otros médicos contratados para el caso tuvieron que mantener al reo con vida para poder matarlo bien despierto media hora después. Así se hizo, la ley es la ley, el castigo merecido se cumple y la muerte era su castigo,¡infeliz hombre asesino que quiso tomarle la delantera al Juez, al Sr. Gobernador, al pueblo americano y al Destino! Era negro.
Mientras esto sucedía, 20 millones de pobres desgraciados, parados, retrasados, negros, chicanos, indios, blancos, amarillos, jóvenes, de media edad, viejos y niños, marginados todos, 20 millones de míseros humanos que malvivían en calles, tugurios, barracas, puentes y chabolas, odiados y despreciados por otros americanos del “American way”, sintieron que algo estallaba en el interior de sus piojosas cabezas y un odio inmenso invadió sus arterias, venas y nervios e hizo que sus manos se crispasen y buscasen un objeto que aferrar, algo que esgrimir, algo que no fuese la razón que nunca le dieron, algo que prolongase el furor, algo que hiciese fuertes sus raquíticos brazos y así todos, presos de una devota determinación simultánea, comenzaron a caminar hacia los otros ajenos ciudadanos portando en sus manos crispadas, una tabla, un bate de béisbol, una llave inglesa, un hacha, un rifle, un revolver, un cuchillo de desollar, un mazo, una espada, un puñal, una piedra, un ladrillo, un tridente, una lanza, un arcabuz, una honda, un martillo, una sierra, un destornillador, un cable de acero, un arco, una granada, un cóctel molotov, una bomba, una azada, una ballesta, un puño americano, un kanda, una catana, una rama de árbol, un pico, una pala...cualquier cosa que les diese la fuerza de la sinrazón.
En todo el país y a las mismas horas, en todos los rincones donde había un desheredado se produjeron terroríficos actos de violencia. Cada uno de estos hombres llenos de locura mató todo lo que encontró a su alrededor, hasta que las fuerzas del orden y los demás ciudadanos acabaron con ellos o se cansaron de matar. Se calcula que cada desgraciado mató a unas 10 personas de media con lo cual el número de americanos que murieron en el gigantesco motín fue de unos 200 millones. Los que restan tardarán en recuperarse del efecto devastador de semejante catástrofe, pero parece que como todo pueblo fuerte, se están iniciando procedimientos para depurar responsabilidades y ya se han dictado las primeras condenas a muerte